Reglamento para un zombie
Está bien: tuvimos suerte. Después de que yo hiciera la volcada, nadie prestó atención a las quejas de don Aníbal. Todavía no puedo creer que los de Primera hayan jugado con nosotros ¡ni sabía que entrenaban en ese horario! Dicen que escucharon el pique y que nos vieron tan metidos en el juego que quisieron participar. Sí, participar. Ellos en nuestro juego ¿no es loco?
Como sea, le dije a Bauti que no podíamos arriesgarnos más. Estuvimos demasiado cerca. ¡Demasiado!
—Hay que educarlo a Ojos —más que decir, se lo ordené.
Y Bauti estuvo de acuerdo. Por eso redactamos el reglamento y le dijimos los dos, con la cara más seria que nos salió:
—Mirá, Ojos, si querés quedarte con nosotros tenés que seguir algunas reglas.
Y ahí nomás se las leímos.
- No salir (bajo ninguna circunstancia, jamás de los jamases, nunca de los nuncas y por los siglos de los siglos) del escondite asignado (llámese mochila, detrás de la cortina, bajo de la cama, baño del club).
- Mantenerse lejos de la Play, especialmente los días de lluvia (Por las dudas: no queremos perderte).
- No dejar nada olvidado por ahí: cada uno es responsable de sus dedos, ojos, orejas, nariz, piernas y brazos. Ni hablar de la cabeza: mantenerla siempre pegada al cuello (salvo que la necesitemos para entrenar, claro).
- Relacionado con el punto anterior: tener en cuenta que la casa no se hace responsable en caso de que el Coki se coma las partes extraviadas. Es sabido que a los perros les gusta la carne ─y muy especialmente la podrida─, más que el alimento balanceado.
- Mantener los ojos lejos del metegol y las orejas fuera de la lata de galletitas.
- Evitar ruidos molestos cuando hay adultos cerca. Nada de “Aaagh”, ni andar arrastrando el paso. (Muy especialmente si la tía Leila está meditando).
- Basta de hacerle bromas a don Aníbal (no ponerle la traba, no tirarle del pelo, no hacerle cosquillas en los pies). Sabemos que es un pesado, pero nos da pena.
- No intervenir en ningún partido: aguantar las ganas de seguirnos y mantener el cuerpo armado y escondido todo el tiempo (si es necesario, remitirse otra vez a la regla número 1).
- Tomar leche de alpiste dos veces al día, para mejorar el cutis y evitar el resquebrajamiento de la piel.
- Mantener la boca cerrada todo el tiempo. O lavarse los dientes más seguido.
Como no es muy lúcido que digamos, nos dio trabajo hacérselo entender. Pero con el tiempo vamos progresando.
Además, por suerte la mamá de Bauti es medio corta de vista: el otro día confundió un ojo con una pelotita de metegol. Y ayer, una oreja con una galletita. Y sin duda, también ayuda su buen humor, está tan contenta de que Bauti por fin está so-cia-li-zan-do (me da pena avisarle que aunque lo separe en sílabas no entiendo lo que quiere decir) que nos perdona cualquier lío.
—¿No ves cuántas cosas te estabas perdiendo por pasarte el día con tus videojuegos, Bauti? —le dijo la otra vez.
Y nosotros no pudimos aguantar la risa porque… ¡Ay, si supiera!