Había una y otra vez

Había una vez un retoño
apenas una ramita,
que fue creciendo despacio
y con paciencia infinita.

El tronco se hizo muy grueso,
fueron subiendo las ramas,
las nubes se convirtieron
en vecinitas cercanas.

Un día brotaron flores
amarillas, perfumadas
que endulzaron todo el barrio
con su fragancia dorada.

Y empezó a haber visitantes:
un colibrí, un cardenal,
abejas que se llevaban
el néctar a su panal.

Los niños se entretenían
intentándolo escalar:
subían y se caían
y volvían a empezar.

Bajo su sombra hubo tanto,
que no se puede contar:
besos secretos, promesas,
recuerdos que quedarán.

Un día así, de improviso,
alguna flor se soltó
las semillitas volaron
donde el viento las llevó.

Y colorín colorado,
el cuento vuelve a empezar:
Ya se adivina un retoño
que pronto va a germinar.

Gira la rueda

Casi cayendo del mapa,
bien en el sur argentino
en un invierno muy blanco
nació un pichón de pingüino.

Entre las patas del padre,
para esconderse del frío,
se hace un bollito y se ubica
como si fuera su nido.

Los dos esperan, pacientes,
La llegada de mamá
que fue a buscar provisiones
a lo profundo del mar.

Y ay, qué feliz gimotea
cuando la ve regresar.
Celebran los tres contentos
el reencuentro familiar.

Comparten pequeños peces,
arenques y calamar,
y ya más fuerte el polluelo
quiere salir a explorar.

Primero da dos pasitos
y hasta se anima a bailar.
Patina también de panza
y pronto nada en el mar

Se va volviendo más grande,
más fuerte, más decidido.
Sus plumas ya lo protegen
con sus dos capas de abrigo.

Y un día, sin esperarlo
encuentra una compañera
y el ciclo vuelve a empezar
y gira otra vez la rueda.

Abuelo cuentacuentos

En el refugio del barrio
hay un perro muy viejito
que ladra cuentos variados
a todos los cachorritos.

Hoy ladró uno de aventuras
sobre una pequeña rata
que rescataba a su prima
de una banda de piratas

También un cuento de amor
de una foca y un pingüino
que adoptaban tres delfines
tras un viaje submarino.

El de terror asustaba:
En lo profundo de un río
a un pato lo visitaba
el fantasma de su tío.

Y el mejor, de detectives
de una familia de iguanas
que investigaban el crimen
de una de sus hermanas.

Y así los tuvo extasiados
A los cachorros, atentos
Yo sospecho que este perro
Es abuelo cuentacuentos.

Idea

Cuando recién nos mudamos
mamá plantó la semilla
Yo iba al jardín y mi hermana
me llegaba a la rodilla.

Brotó una tarde de octubre
apenas dos, tres hojitas
Pero mamá hizo un festejo
y cocinó galletitas.

Nos dijo cómo regarlo:
¡No más de una vez al día!
El tallo se puso ancho
(en tronco se convertía)

Un día tuvo mil ramas
y muchas flores chiquitas
«¡Qué blancas y perfumadas!»,
opinaban las visitas.

Y ahora, que ya está grande
y lleno de mandarinas
me invade bajo su sombra
una idea repentina.

La pienso, la saboreo
¡Ay, qué idea más bonita!
¿Si como un gajo ahora mismo
y planto las semillitas?  

Hechizo

Mi vecina, doña Carmen,
tiene un álbum familiar
con fotos en blanco y negro
que la invitan a contar…

“Aquí está mi abuelo Anselmo
con mi madre y Josefina,
una prima que al final
nunca vino a la Argentina.

Yo la ubico bien de nombre,
pues es hija de Manuela,
la tía que en esta foto
toca las castañuelas.

Mis tíos Luis y Eliseo
son estos que ves acá,
los dos  están despidiendo
en el puerto, a mi papá”.

A mí me da mucha pena
Cuando se queda mirando
La foto de aquel hermano
que perdió hace muchos años.

Y entonces voy y la abrazo
¡Qué bien funciona mi hechizo!
pues dice, otra vez contenta:
“¡Ay, sos mi nieto postizo!”

 

 

 

 

Carta de Bella a Bestia

No son tus manos peludas,
tu cuerpo de mastodonte
tus colmillos puntiagudos
ni tus orejas deformes.

Sos bestia por otras cosas,
que merecen la prisión
No podés ir secuestrando
a la gente ¡Por favor!

Vos sos un tipo instruido,
podés razonar mejor
ningún hechizo te excusa
para actuar como un matón

Está bien: yo te confieso
que un poco me divertí
Y, por dios… ¡Tu biblioteca!
yo fui muy feliz ahí.

Pero aquí mismo termina
cualquier historia de amor.
Si querés, probá con otra
¡pero tratala mejor!

Mejor el campo

Versión libre de una fábula de Félix María Samaniego.

Hubo hace mucho tiempo dos ratones amigos
Uno de la ciudad y el otro campesino.
“Ya tienes que conocer las luces y el asfalto”,
dijo el de la ciudad y el otro dejó el campo.
Es cierto, fue muy duro el viaje y la distancia
pero valió la pena ¡Todo era abundancia!
Pues en las despensas y grandes cocinas
vio ricos jamones,  quesos y sardinas.
“¡Esto es un banquete!” gritó emocionado
mientras devoraba choclos y pescados
Y el otro, orgulloso, dijo “¡Qué alegría!
¿Qué tal si te quedas por toda la vida?”
Pero en ese instante los vio un cocinero
y afiló un cuchillo enorme de acero.
Corren los amigos, chocan, desesperan
tiemblan, se sacuden, dudan, titubean.
Y aunque al fin escapan, ¡Oh, qué cerca estuvo!
el de la campiña no se queda mudo:
“Cierto que en mi casa no se come tanto,
pero hay menos riesgos ¡Yo me vuelvo al campo!”.

 

Misterio en el escenario

pinocchio

 

No hubo en la historia del teatro

nunca un misterio mayor

¿Cómo ha logrado Pinocho

ser el primer actor?

 

No importa si siente miedo,

alegría o confusión

¡el pobre tiene en el rostro

siempre la misma expresión!

 

“¡Flexiona un poco las piernas!”,

el coreógrafo le indica.

Y aunque Pinocho se esfuerza,

la cosa se le complica.

 

“¡Es de madera!”, se queja

el director impaciente

¡Más vale, si el hada azul

es demasiado exigente!

 

Pero lo más complicado,

según nos cuenta una actriz,

es que repite el libreto

¡y le crece la nariz!